Sara Tiul y su familia viven en San Francisco Mollejón, (320 habitantes) una de las comunidades maya q'eqchí donde Global Humanitaria desarrolla sus proyectos. Cultivan maíz y fríjol básicamente para el autoconsumo. Ella forma parte del grupo de mujeres que lideran el trabajo en los huertos comunitarios cuyo objetivo es, además de mejorar la alimentación familiar, impulsar la participación de las mujeres en el ámbito comunitario.
A las 5h de la mañana, Sara, 30 años, prepara el almuerzo de su marido, Marcelino, de 33, antes de ir al campo “la parcela queda bastante lejos” dice Sara. “Yo me ocupo de la casa, de mis hijos (Aylin tiene 11 años, Abner 8, Astrid 6 y Josué 3) y de los animalitos de patio, cerdos, gallinas, perros, patos y chumpes (pavos)".
“La pandemia nos ha afectado mucho, ya que, a pesar de que mi esposo trabaja nuestros cultivos y también de jornalero en una finca, no alcanzamos a lo que necesitamos cada día. Además, la cosecha el año pasado fue muy mala, hubo mucha lluvia y se perdió casi todo”.
Los niños vuelven ahora poco a poco a la escuela, después de dos años sin ir. "Abner pasará a tercero y no puede leer ni escribir, ya le se le olvidaron las letras. Quiero que mis hijos se preparen y aprendan mucho, y darles estudio hasta que puedan graduarse".
"Yo formo parte del grupo de mujeres que trabaja en el huerto con Global", añade Sara "Somos 14 y me gusta mucho. Aprendemos a cuidar la tierra donde sembramos hortalizas que luego consumimos. Y nos están enseñando a cultivar especies nativas y a hacer abono orgánico para que las siembras sean más sanas”.
“También participo en las capacitaciones sobre derechos, higiene y salud. Ahora sé que los animales no deben estar dentro de la casa; que es importante tener bien limpia la cocina, cocinar hierbas más saludables y dar mejores alimentos a mis hijos. En los talleres aprendemos que hombres y mujeres valemos por igual, que los niños y niñas deben tener las mismas oportunidades de estudiar. Yo ya pongo a mis hijos a ayudar en la casa, no solo a mis hijas”.
Pobreza y participación de la mujer
La distribución desigual de la riqueza, la alta concentración de la propiedad de la tierra, determinan la vulneración de los derechos humanos fundamentales de gran parte de la población guatemalteca, sobre todo la población indígena, y más aun de las mujeres. Según el informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) presentado en 2018, alrededor del 60% de su población sigue viviendo en la pobreza (el porcentaje llega al 76.1% en las zonas rurales, al 79.2% entre los pueblos indígenas).
En el Petén, la participación de la mujer es muy escasa tanto en los espacios de participación ciudadana y organizaciones a nivel local como en los Consejos Comunitarios de Desarrollo donde a nivel nacional es casi nula: un 94% son hombres y un 6% mujeres.