La pobreza y la precariedad de muchas familias en Camboya les pone en el dilema de consentir los abusos sexuales a sus hijos por parte de benefactores económicos, normalmente extranjeros, que les apoyan a cambio de permitirles pasar tiempo con sus hijos. Esta dependencia es fuente de presión para los menores, a quienes se pide que callen o que no testifiquen en los juicios contra los abusadores en los casos en los que se consigue reunir algunas pruebas.
Esto es lo que le ha sucedido a la víctima de Philippe Dessart, un exmaestro, de 50 años, benefactor económico de una familia de escasos recursos de Banteay Meanchey (al noroeste del país). Después de cumplir una condena de tres años por abusos sexuales, Dessart se ha instalado de nuevo en la casa donde vive su víctima, ya que su familia ha aceptado acogerle a la salida de la prisión.
La notoriedad del caso, que expone con toda su crudeza la falta de medios de la sociedad camboyana para proteger de los abusos sexuales a las familias con pocos recursos, ha obligado a la Policía a pedir el apoyo de varias ONG para vigilar las actividades de Dessart e intentar impedir nuevos abusos al menor con el que convive de nuevo, o a un hermano más pequeño que vive en la misma casa.
Este caso ha cobrado importancia en Camboya por haber merecido en su día la condena más dura que se había dictado hasta entonces contra un pederasta extranjero, y el proyecto Protect Camboya, que investiga y denuncia estos delitos en el país, ha alertado a la policía de la probabilidad de que puedan volver a repetirse los abusos y está apoyando la vigilancia de Dessart desde la semana pasada por si puede recopilar pruebas de nuevos abusos.
La convivencia de Dessart con su víctima supone una gran preocupación para el equipo de Protect, dado el perfil de "depredador sexual" de menores que el europeo presenta. Anterior a la pena cumplida en el país asiático, Dessart fue condenado a 5 años de prisión en Bélgica por violación de tres menores en 1994.
Cambio de testimonio por presiones de la familia
Philippe Dessart fue condenado a 18 años de cárcel en 2006 por abusar sexualmente de un menor de 13 años, pero su condena se revisó en 2008 y, a la luz de una nueva legislación en Camboya, se redujo a 3 años. En este juicio de apelación, la víctima no quiso testificar y tanto él como su madre insistieron en la inocencia del belga.
Esta actitud contrasta con la celebrada durante el primer juicio, en 2005, cuando la víctima declaró en su testimonio haber sufrido abusos sexuales por parte del ciudadano belga en numerosas ocasiones y el mismo Dessart admitió haber abusado sexualmente del niño en la casa familiar y en varias casas de huéspedes en sus numerosos viajes por el país.
Dessart, que mantenía al niño desde 2001 a través de una ONG local, en 2005 compró un terreno para que la familia del niño abusado pudiese construir una nueva casa, y desde entonces mantuvo contacto frecuente con la familia instalándose en su nueva casa cuando visitaba Camboya y llevándoles de vacaciones con él por todo el país.
Responsabilidad de los países de origen
Ester Martínez, responsable del proyecto ProtectCamboya, considera que "los explotadores sexuales que viajan para cometer sus abusos no sólo son responsabilidad del país de destino. Si Dessart hubiera tenido una condena mayor en su país de origen y existiera un registro internacional de agresores sexuales, posiblemente no hubiera tenido oportunidad de continuar abusando sexualmente de niños en Camboya".
"Los estados de los países que se hacen llamar "desarrollados" deben asumir mayor responsabilidad en relación a los ciudadanos que suponen un peligro para los demás, y en especial para la infancia", resume.
Niños en las calles
La pobreza estructural, la falta de educación y la fragilidad de las instituciones camboyanas, entre otros factores, explican que, según organizaciones locales, un mínimo de 1.000 a 1.500 niños vivan de forma permanente en las calles de la capital de Camboya, Phnom Penh, sin mantener vínculos familiares. Del mismo modo, entre 10.000 y 20.000 trabajan de forma permanente en la calle para conseguir ingresos para ellos o para sus familias.
Los extranjeros que viven en el país o que lo visitan son el principal medio de subsistencia para niños que trabajan como limpiabotas, vendedores ambulantes y otras ocupaciones precarias. Un 77% de la población de Camboya vive con menos de dos dólares.