"Por la mañana estábamos nerviosos porque íbamos a conocer a la niña que tenemos apadrinada desde hace cuatro años. Chandan y Biswajit nos vinieron a buscar para acompañarnos. Después de un largo viaje, llegamos al colegio, en una zona tranquila, muy lejos del bullicio de Calcuta. Vimos la clase de Tuktuki y conocimos a sus compañeros y profesora.
Tutkiki se mostró muy tímida al principio. En seguida cogió más confianza y nos cantó una canción y nos explicó anécdotas del colegio y amigas. Visitamos el centro médico y la casa de acogida de Fultala las niñas, que está justo en frente. Es una casa sencilla, humilde, pero a la vez, acogedora. Las niñas parecían estar muy tranquilas y felices con sus compañeras y cuidadoras.
Estuvimos comiendo con los colaboradores, trabajadores del hogar y las niñas. Las mayores se ocupaban de las más pequeñas, aunque apenas hacía falta. Estaban muy organizadas.
Cuando ya nos marchábamos, Tuktuki nos quiso enseñar donde dormía y presentarnos algunas de sus compañeras. Nos hicimos fotos con todas las niñas y nos despedimos.
Al irnos, nos quedó una mezcla de sensaciones. Por una parte tristeza, porque somos conscientes de que estas niñas les ha tocado vivir momentos difíciles, algunas no tienen familia y otras, la tienen pero no pueden hacerse cargo de ellas. Por otra, tranquilidad por ver que están felices y en un entorno agradable, aisladas de la miseria que se vive en algunas zonas y lejos del peligro de la ciudad.
Los niños y niñas que conocimos no dejaban de ser niños y niñas que vivían en un entorno muy humilde, con muchas carencias, pero con una seguridad y un afecto que no tendrían en las calles de Calcuta. No gozan de grandes lujos, no tienen muchos juegos, ni consolas, ni una televisión en cada habitación pero tienen garantizada una educación, revisiones médicas, comida equilibrada, ropa, un hogar confortable y sobretodo, se tienen los unos a los otros".